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¿QUÉ HAY AQUÍ?
A finales de 2008, decidí crear esta página como mi propia minibiblioteca pública en la que cualquiera pudiera entrar y descargarse gratis mis novelas; todas las posibles, es decir, aquellas que, previamente publicadas en papel por editoriales tradicionales, ya no pueden encontrarse en forma de libro o tienen los derechos caducados y me pertenecen por completo o cuya difusión digital nunca estuvo sujeta a contrato.
Desde entonces, aquí están, a vuestra libre disposición, las siguientes obras mías:
– Veinticuatro Veces, novela, publicada por Ed. Lumen, Barcelona, 2000.
– La vendedora de tornillos o El tratado de las almas impuras, novela, publicada por Elipsis Ediciones, Barcelona, 2006.
– Vecinas, relato, publicado por Ed. Bruguera dentro del libro de relatos «Un deseo propio, antología de escritoras españolas contemporáneas», Barcelona, 2009.
– A todos nos matan antes de morir, novela, publicada por Algaida Editores, Sevilla 2010. Los derechos digitales de esta novela no estaban sujetos a contrato, por eso pude subirla antes de que dejara de venderse en papel. Aquí os he puesto también la portada que yo diseñé para ese libro con la obra de Marina Núñez. Como veréis, la editorial aceptó mi propuesta de portada, pero la “modificó”. Juzgad si para bien o para mal..
– V y V. Violación y venganza, novela, publicada por Editorial Dos Bigotes, Madrid, 2017.
Y también hay otras obras sueltas, como:
– Niña-Muerde-Perro (o de por qué no existe el lesbianismo), ensayo, publicado en 1986 en la revista Nosotras, editada por el que fue el Colectivo de Feministas Lesbianas de Madrid.
– El cuento con el que gané el PREMIO CLARÍN DE CUENTOS de 1981, titulado De las cosas que aprendí con el cedazo número 1 de mi abuelo, que fue publicado, junto a los cuentos finalistas, por la Editorial de la Universidad Complutense; lo escribí con 19 años y se parece poco, la verdad, a lo que he escrito después.
– La novela corta con la que gané el PREMIO NACIONAL DE NOVELA BREVE José Luis Castillo-Puche de 1997, titulada La tercera vez, que fue publicada por el I. E. S. del mismo nombre, de Yecla, con el patrocinio de la Diputación de Murcia. Esa novela corta se convirtió después en mi primera novela larga, Veinticuatro Veces.
– Un cuento muy breve, Mi zapatilla izquierda, escrito el 15 de septiembre de 2006. Es una fábula moral en la que los personajes protagonistas son los zapatos. Lo tenía perdido por ahí desde hace años. Es un eslabón suelto, así que es difícil buscarle sitio en un libro. El texto no es más que un pequeño divertimento de escritora que una tarde de finales de verano se aburría y decidió redactar una gracieta para dedicársela a una amiga.
Y poco más. No hay ni habrá blog, ni recortes de críticas, ni enlaces a entrevistas que me hayan hecho ni cosas por el estilo… Hay una reseña autobiográfica, eso sí, redactada con la intención de que no os cueste mucho leerla. Y hay, sobre todo, un buzón para que me escribáis si queréis. Procuraré responder.
¿POR QUÉ CUELGO GRATIS MIS NOVELAS?
En primer lugar, una observación: no las cuelgo todas, sólo aquéllas que primero se publicaron en papel.
Quiero que mi obra publicada sea, ya que la era digital nos lo permite, de acceso libre y gratuito.
Por muchas razones (todas sociales, ideológicas y profundamente políticas):
– Porque es el único modo de que lo que hago llegue lo mismo a quienes podáis pagar los 20 euros de media que cuesta un libro de papel que a quienes no.
– Porque los libros de papel no llegan a todos los países en los se habla la misma lengua en la que escribo yo.
– Porque los libros de papel se agotan y no se reeditan y ésa es la manera que tiene la industria literaria de matar un libro. Parece que también a los libros los matan antes de que mueran. A unos los matan antes de que mueran y a otros los mantienen vivos artificialmente (enchufados a diversos y costosos mecanismos).
– Porque estoy convencida de que la cultura no es propiedad privada de nadie y los “derechos de autor” debieran de ser, por eso, cada vez más, “izquierdos de autora” (copyleft frente a copyright, como alguien escribió por ahí). Considero la creación literaria como un trabajo, pero creo que habría mucho que discutir sobre el modo de remunerarlo en una economía social alternativa al capitalismo. En todo caso, y mientras hacemos posible esa otra economía colaborativa, creo que es compatible compaginar lo que recibimos en pago por nuestro trabajo con permitir la copia y la descarga libre de al menos algunas de nuestras obras.
– Porque estoy convencida de que una novela escrita por mí no es exactamente una novela mía, sino una novela de toda la comunidad a la que pertenezco. Porque no es exactamente el fruto de mi inteligencia, sino el resultado de una inteligencia colectiva, histórica, dialéctica. Tal como dijo mi amada Virginia Woolf: “las obras maestras no son realizaciones individuales y solitarias; son el resultado de muchos años de pensamiento común, de modo que, a través de la voz individual, habla la experiencia de la masa.”
En resumen, mi obra seguirá siendo, en la medida de lo posible, de acceso universal, libre y gratuito porque no se me ocurre otro modo mejor de contribuir al pro-común del que yo misma me he beneficiado a lo largo de toda mi vida como mujer y como escritora.
Defiendo así, pues, una literatura al servicio de los intereses comunes de mi género y de mi grupo social, gratuita e independiente de los poderes dominantes. Creo firmemente que debería ser la comunidad, mi propia pequeña comunidad de hombres y, sobre todo, de mujeres libres y solidarias, mi gente, la gente para la que escribo, la que debería autorizarme con su apoyo a seguir escribiendo, y no los intereses comerciales de los grupos editoriales que dominan la inmensa parte de la literatura que nos llega.
Pero Virginia Woolf decía también, y en la misma obra, que una mujer, para escribir, necesita dos cosas: una habitación propia y 500 libras al año. Es decir, un sitio donde nadie la moleste y dinero para comprar su propio tiempo como escritora. Yo tengo esa habitación propia. Y, además, es amplia, cómoda, está caliente en invierno y fresquita en verano. Incluso, no quiero mentiros, dispongo del dinero que hace falta para vivir haciendo muy pocas cosas remuneradas. No tengo criaturas ni ancianos que dependan económicamente de mí. No sufro escasez.
Así que lo hago también, es verdad, porque puedo permitírmelo.